catatonia nacional

Que un salón tenga catálogo, eventos paralelos, jurados internacionales y el infaltable seminario, no es para nada una novedad. Que se haya podido realizar a pesar de las dificultades, tampoco es un logro (es un standard en cualquier evento). Que un par de meses antes de su inauguración llegue un nuevo funcionario y haga cambios en el modelo propuesto de salón, tampoco sorprende a nadie. Que la próxima semana, una vez se sepan los ganadores, comience el guayabo postsalón y todo el medio clame por una revisión a fondo del actual modelo, es algo completamente previsible. Que los actuales funcionarios recojan ese clamor y lancen en un año un replanteamiento general del salón, también es parte de la rutina. En fin, el tiempo de las instituciones del Estado es circular y recurrente, como lo son sus funcionarios y sus políticas. (Esos artistas hacen alharaca por todo. El salón quedó divino, va mucha gente y si alguien lo contradice es normal, pues la polémica es parte del asunto.»)

Si hay algo distinto es el énfasis en su difusión por los medios. Es decir, el departamento de comunicaciones es efectivo. Los salones pasados a duras penas lograban dos o tres notas en los diarios. En el actual han invitado a críticos, han entrevistado al público, y han logrado una presencia en los medios proporcional no ya a la importancia del evento, sino a la inversión y al desgaste que produce semejante mamotreto expositivo. Sería muy interesante que si lo que se quiere es «agarrar pueblo» para que se asome al evento (y cumplirle a los funcionarios que dan plata según los indicadores de «impacto en la comunidad») se diseñara un mínimo apoyo didáctico que facilite la navegación al público que llega con la ilusión de acercarse un poco el ‘arte nacional’. («A la gente joven le encantó la obra de ese artista que se saca la sangre. También las que nos muestran como viven los pobres. Es que el arte de ahora es social!»)

En términos cuantitativos hay logros. Más público y más cubrimiento. En lo cualitativo, como dice Jose Ignacio Roca tiene «todos los defectos de los anteriores». Sería una magnifica gestión si se tratara de un festival de teatro, donde no hace falta recibir al público con apoyos didácticos y donde el indicador de que todo fue un éxito, es la taquilla y el cubrimiento mediático. En artes plásticas el objetivo debe ser generar sentido y no tanto diversión o entretenimiento. Ochenta propuestas que se disponen en el espacio simplemente para que se vea ‘bien montado’ ya no es suficiente.

Por ello las obras que salen mejor libradas son aquellas que establecieron una relación con el lugar a partir de los criterios del artista, logrando que su sentido irradie al espacio físico y al espectador, y no al contrario, como sucede en el Mambo y el Planetario. («Bueno, ahora que pase el salón si le metemos toda, pero toda la energia a eso de la curadurías en la regiones, que antes estaba pesimamente planteado. La vaina es que el salón nos salió carísimo y no queda plata. Pero bueno, fué un éxito impresionante»)

Pasa igual con los eventos paralelos. Los más relevantes fueron aquellos que funcionaron a partir de iniciativas privadas y/o de otras instituciones, y que por razones del destino (y las ganas de apropiarselos por parte de mincultura) coincidieron con el evento: fotología y la visita de los curadores ingleses. Que bueno que los hayan apoyado economicamente, pero a que precio!! Fotología y Visiting Arts tendrán que pensar muy bien las cosas la próxima vez que le pidan un apoyo al Ministerio. («Esta vez si hubo trabajo a fondo para catapultar a nuestros artistas a eventos internacionales. Los ingleses se fueron completamente fascinados con el arte nacional. Será que el próximo Salón lo hacemos con el curador de la Tate?»)

¿Alguien recuerda que obras ganaron el último salón?

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